Cuando era niño me pasaba con la Star Wars de Lucas. En mi adolescencia eran los discos de Los Prisioneros. En mi adultez son las películas de Quentin Tarantino las obras que espero con ansiedad, como si se tratara del reencuentro con un querido amigo. Y aunque existen reuniones mejores que otras, siempre queda una sensación positiva, agradable, que quieres volver a repetir. Érase una vez en Hollywood fue una excelente cita con el viejo Quentin. Una en que hubo excesos, risas y referencias a otros tiempos. Pero por sobre todo, una en que se compartió una excelente historia, contada por un narrador excepcional.
La novena cinta de Quentin Tarantino es una golosina visual. Ambientada a finales de los 60, nos relata la historia de Rick Dalton (Leonardo Di Caprio); un actor venido a menos y que siente que el sistema lo está olvidando, y de Cliff Booth (Brad Pitt); su doble de riesgo que además es su chaperón y el mejor amigo que se puede encontrar sobre la faz de la tierra. Dalton vive junto a la mansión en la que residen Román Polansky y Sharon Tate (Margot Robbie), lugar en donde ocurrieron los asesinatos perpetrados por la secta liderada por Charles Manson.
Con las piezas colocadas y jugando con las expectativas del espectador, Tarantino no pierde tiempo en meternos en su juego narrativo. Uno que ya conocemos de sobra. Una cinta coral, con protagonistas claros pero en la que interfieren personajes tan bien logrados que merecerían su propia película. En apariencia caótica, Érase una vez en Hollywood es una contemplativa reflexión y al mismo tiempo una carta de amor al cine de antaño, ese que está desapareciendo lentamente y que fue la inspiración de un director, que no olvidemos, comenzó su carrera viendo películas como empleado de un videoclub ochentero.
Tarantino es un prodigio a la hora de contar las historias. Podría debatirse incluso que es mejor guionista que director, una discusión que puede seguir su curso con defensores de ambas posturas luego de ver esta película. Pareciera que en cada toma, en cada cuadro hay una pequeña historia que contar. Como aquella breve escena en que aparece Steve McQueen(Damián Lewis) relatando la relación de Sharon Tate, Polansky y Jay Seebring (Emile Hirsh). Es apenas una toma, dura menos de un minuto, pero es todo lo que basta para que el público entienda y comprenda la relación entre esos tres personajes y acrecentar el interés por lo que sucederá más adelante con ellos.
En una época en que el cine está cada vez más explicativo, uno que subraya hasta el hartazgo los elementos claves de la trama pensando en que la audiencia no tiene capacidad de atención ni comprensión, Tarantino se dedica a un sano ejercicio narrativo. Involucrar al espectador, mostrándole y no explicándole.
Ya en los primeros minutos del filme, solo con dos momentos y dos reacciones de Dalton y Booth, entendemos que estos dos son compadres de toda la vida, amigos íntimos, que confían el uno en el otro y jamás se traicionarían. ¿Lo dicen, lo manifiestan explícitamente? Jamás, simplemente te lo hacen sentir a través de la pantalla. Recalcar en este apartado el excelente casting, ya que la compenetración actoral entre DiCaprio y Pitt es perfecta. Algo similar ocurre con la excelente Margot Robbie, que casi sin decir palabra, encarna la parte más bella e inocente de la meca del cine.
En Érase una vez en Hollywood el homenaje es permanente, en un aparente caos que nos lleva de un espacio a otro y lo que es más sorprendente, de una película a otra. Quentin se las arregla para armar varias cintas en una sola: está la historia principal ambientada en el Hollywood de finales de los sesenta, la filmación de un western televisivo por parte de Dalton y los primeros encuentros de Booth con los integrantes de la secta de Charles Manson. En medio de eso, flashbacks que nos presentan entre otros momentos el enfrentamiento entre Booth y Bruce Lee. Cada segmento, entrelazado de forma magistral conllevan a un final épico, que te mantiene con los dientes apretados por casi veinte minutos.
Tal como lo hizo en Grindhouse, también mezcla varios géneros. Está el drama, el western, el horror (toda la secuencia del rancho es de verdad estresante), la comedia y la acción más desenfrenada. No esperen ver nada políticamente correcto en esta película. No, el viejo Quentin no está preocupado si alguien se molesta con su estilo y su propuesta, en donde no tiene empacho en faltarle el respeto a nadie si eso enriquece la película. No olvidemos que a pesar de que su nombre y prestigio le permite estar al mando de grandes producciones como ésta, sin embargo nunca ha dejado de lado ese espíritu independiente. Todavía está la chispa que lo llevó a filmar Perros de la Calle en un garaje casi sin recursos.
Técnicamente es impecable. La cámara siempre bien puesta, una ambientación perfecta de la época y una fotografía que vuela la cabeza. Pura luz natural, con una textura de cine que se encuentra lamentablemente en extinción. En cuanto a la musicalización, es lo que toda la vida nos ha querido decir Tarantino: las canciones son la banda sonora de nuestra vida. Y lo mismo pasa con los personajes de su historia. Cada canción, cada tonada, está perfectamente seleccionada para evidenciar el estado de ánimo del personaje. Los silencios aquí son también relevantes. Un estilo único del director que ha sido imposible de emular.
Para quienes están familiarizados con la filmografía de Tarantino, puede que el desenlace cause algo de ruido y lo sientan predecible. Pero a pesar de eso, está filmado y editado con tanto cuidado y talento que de verdad da lo mismo. Además, no podemos desconocer que dentro de todo, este es también un cuento de hadas.
Con Érase una vez en Hollywood, Tarantino también comienza a despedirse. Es bien sabido que su intención es cerrar su carrera con la décima película. Como si el mundo ya no fuera un lugar lo bastante desagradable gracias a las fake news, las redes sociales y los políticos, solo queda una película más con el sello de Quentin Tarantino. Existen momentos, muy pequeños, en los que el realizador hace referencias a otras de sus películas. Tiros de cámaras calcados a lo que hizo en Pulp Fiction, la música en el autocinema que hace recordar a Grindhouse o la aparición de toda la pandilla que ha trabajo con él a lo largo de los años. Misma que es acreditada como “The Gang” en los créditos finales.
Cruda, divertida, irreverente. Érase una vez en Hollywood es puro Tarantino. En una de sus mejores versiones. Un reencuentro con ese viejo amigo que te trae la mejor historia que te puede contar y que te recuerda porque te gusta tanto el cine.
Ficha técnica
Dirección: Quentin Tarantino
Producción: Quentin Tarantino, David Heyman y Shannon McIntosh
Guion: Quentin Tarantino
Fotografía: Robert Richardson
Montaje: Fred Raskin
Vestuario: Arianne Phillips
Protagonistas: Leonardo DiCaprio,Brad Pitt,Margot Robbie,Dakota Fanning,James Marsden,Timothy Olyphant,Emile Hirsch,Damian Lewis,Clifton Collins Jr.,Bruce Dern,Al Pacino,Nicholas Hammond
Duración: 159 minutos
[…] el estreno de Érase una vez en Hollywood, es oportuno y necesario revisitar la obra de este director norteamericano, que ha prometido […]
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[…] Puede que sea la película más personal de Quentin Tarantino, una que retrata una manera de hacer séptimo arte ya olvidada, en épocas más ingenuas en donde la visión de autor era importante. La reseña completa aquí. […]
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[…] Tarantino sorprende de nuevo, con un film que establece un paralelismo entre el Hollywood del año 69 y la olla de grillos que es hoy. Aquí no hay podcast, pero si una completa reseña que pueden leer aquí. […]
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