
Hace diez años, los estudios Marvel daban su puntapié inicial con una película basada en un héroe de segunda línea en el mundo de los comics y con un actor que fue rescatado de lo más bajo de la cadena alimenticia de Hollywood. Hoy es incuestionable el éxito arrollador de la casa de las ideas en el cine, pero una década atrás los riesgos no eran menores.
Antes de analizar el legado del film dirigido por Jon Favreau, debemos hacer algo de memoria. Historia le dicen por ahí. Marvel Comics estuvo a punto de desaparecer a finales de los 90. La venta de sus ejemplares bajó a niveles históricos y necesitaba expandir el negocio. La solución fue vender o ceder los derechos de algunos de sus personajes más populares a estudios de cine ya consolidados. Es así como Spider-Man quedó en mano de Sony y todo el mundillo mutante de los X-Men y Los 4 Fantásticos fue a parar a Fox.

Todas las películas basadas en dichos personajes fueron un éxito, sobre todo las primeras dos entregas del arácnido. Ya fuera de peligro, Marvel siguió explorando fórmulas para mantenerse a flote y evitar futuras crisis. Estaba claro que el cine era una mina de oro. En ese momento Kevin Feige entra en la historia y realiza su gran jugada. El año 2007 se convierte en el presidente de Marvel Studios (antes Marvel Films) y da el empuje definitivo a la reformulación de una subsidiaria que solo había producido películas de bajo presupuesto.
Pero existía un problema. A raíz de la crisis antes planteada, no podía filmar películas que incluyeran a los que eran, en esa época, los héroes más populares de la editorial. No había ni Spider-Man ni Wolverine para explotar.
Afortunadamente, a Stan Lee no le faltó creatividad y conformó un universo lleno de héroes y villanos, que por décadas dieron vida a los comics de su casa editorial. Lo complicado es que muchos de esas creaciones eran desconocidas para el público neófito. Pero había que jugar y la elección inicial para el primer film determinaría el éxito o el fracaso de la empresa.
Podría haber sido Thor, o el Capitán América. Pero un focus group con niños dio la respuesta definitiva: Iron Man. Fueron los pequeños quienes escogieron al hombre en armadura como su juguete favorito, por sobre las otras alternativas.

Ya seleccionado el héroe, vino la tarea de darle vida. Encontrar al actor que lo encarnara a la perfección y que tuviera la capacidad de vender la marca. Tal como una federación de lucha libre, lo que se buscaba era un Hulk Hogan o un The Rock. Un rostro, una imagen, un emblema.
Se pensó en actores como Tom Cruise, quienes demostraron interés en el rol. Pero la respuesta fue sorpresivamente otra. En el 2008 Robert Downey Jr.era un actor ampliamente reconocido por su talento y también ampliamente rechazado por su comportamiento. Cargaba con varios arrestos, una adicción al alcohol y las drogas que lo tuvo por las cuerdas mucho tiempo y le significó mediáticos despidos (su personaje en la popular Ally McBeal duró prácticamente nada).

Para la época, Robert ya estaba encausado y había superado sus problemas. Pero el estigma prevalecía. Y tampoco era una superestrella que la rompiera en taquilla. Sin embargo Feige vio lo que todos los fanáticos del comic notarían en un segundo: su historia es la de Iron Man. En la historieta Stark era un genio, pero mujeriego y alcohólico.

Downey Jr. tomó eso a su favor, le agregó su particular dote para la comedia y una actitud ganadora, no alejada de un conflicto interno permanente. Jon Fraveau se puso tras las cámara y de manera simple, pero muy efectiva, llevó a la pantalla grande un relato muy similar al de Batman (héroe más exitoso de la DC y ad portas de estrenar The Dark Knight), pero con mucha luz y humor.
Iron Man fue un éxito de proporciones. No logró superar en recaudación al gran éxito de ese 2008, que fue The Dark Knight. Pero a diferencia de Batman, que no hizo la adecuada transición de la era de Nolan a la de Snyder, Iron Man se transformó en el pionero y rey indiscutido de una de las franquicias más importantes en la historia del cine.
Con el Hombre de Hierro se estableció lo que hoy conocemos como la fórmula Marvel. Todas las películas que la siguieron repitieron en menor medida el esquema impuesto por Downey Jr. y compañía. Con el estreno de Infinity War se llega al pináculo de una historia contada, al igual que en los comics, en diferentes capítulos y con diversos protagonistas, enlazados por un elemento en común. Podría pensarse que se lazo es la amenaza patente de Thanos. Pero no, ese pegamento es Iron Man.
Después de una década, la primera Iron Man ni siquiera están dentro de las cinco películas más taquilleras de Marvel Studios. Sin embargo estableció el camino del éxito y sin él hoy el imperio de super héroes cinematográficos simplemente no existiría.

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