Spider-Man es el héroe más importante de Marvel Comics y la más grande creación de Stan Lee junto a Steve Ditko. Puede que los milenials, quienes conocen principalmente a estos superhéroes a través de sus versiones cinematográficas, reconozcan a Tony Stark como el rostro de este universo. Sin embargo, todo comienza y termina con el arácnido. El primer gran éxito de la editorial en el cine fue la Spider-Man de Sam Raimi y ahora es Peter Parker quien se encarga de cerrar la denominada fase 3 del Universo Cinematográfico Marvel con Spider-Man: Lejos de Casa. Y para seguir identificándose con el público de hoy, lo hace en forma de comedia para adolescentes que tiene más ripios que aciertos.
Después de los sucesos de Endgame, nuestro amistoso vecino Spider-Man es identificado como el nuevo líder de los Vengadores, el sucesor de Tony Stark. Una responsabilidad enorme para la que el joven Peter Parker no está preparado. Sus preocupaciones van de la mano de un viaje escolar a Europa, en el que pretende declararse a MJ. En el marco de dicha travesía, los problemas surgen cuando unos destructivos seres llamados los elementales amenazan a la población. Nick Fury recluta a Spider-Man, el que debe trabajar junto a un nuevo héroe, llamado Misterio, que aparece ante los ojos de Parker como un digno sucesor del legado de Stark.
La cinta dirigida por Jon Watts y protagonizada una vez más por Tom Holland como Peter Parker y Jake Gyllenhaal como Quentin Peck/Misterio, se presenta como una comedia adolescente con los elementos clásicos de la fórmula Marvel y del cine de superhéroes. Se focaliza en la dualidad histórica que marca al personaje: la lucha entre la responsabilidad de hacer el bien con su don y el deseo de llevar una vida normal. Pero siempre de forma muy liviana, casi con temor de que explorar esa lucha interna afectara el factor entretención de la película. A pesar de eso, Watts sale airoso del desafío en términos generales.
Lamentablemente Watts no da con el tono de comedia adolescente que trató de imprimirle a la película. Visualmente lo logra, sin embargo el humor es sumamente forzado y a veces increíblemente ridículo. La fórmula Marvel, aquella del chiste cada cinco minutos, alcanza puntos increíblemente bajos en esta ocasión. Esto se hace patente a medida que avanza el metraje, con bromas en momentos inapropiados que no hacen más que romper los pocos cimientos sólidos que se habían logrado construir.
El film también es ineficaz en transmitir la tensión entre el héroe y el villano de turno. Sé que en la actualidad hay alergias de spoilers, así que no revelaré quien es el antagonista, aunque me sorprendería que no lo sepan ya. Si se puede decir que su plan maestro y la ejecución del mismo es demasiado complicado para ser creíble, quitándole mucho peso a un personaje que después de una genial presentación solo va cuesta abajo. Dentro de este contexto, se valora una secuencia de unos cinco minutos en que Spider-Man se sumerge en una fantasía onírica muy similar a lo que se puede apreciar en los comics clásicos e incluso la serie de televisión de los 60. Una delicia visual que dura muy poco.
Holland y Gyllenhaall dan el resto en sus interpretaciones. Los secundarios, como el amigo en la silla, pierden gran parte de la gracia que habían mostrado en Homecoming, un film que supera en todo aspecto a esta secuela. Y hablando de futuras películas, las escenas post-créditos en este caso sin son relevantes, con dos revelaciones trascendentales para los seguidores de Marvel Studios.
En un análisis general, lo más preocupante de Lejos de Casa es la incapacidad de Marvel de mostrar algo nuevo y emocionante, ni siquiera con su mejor personaje. Una fatiga de material que ya se percibe con Capitana Marvel y Ant Man and The Wasp. Con la excepción de Ragnarok y Endgame, este universo cinematográfico pareciera que dio lo mejor que tenía y esta cuesta abajo. Dar vuelta esta situación es el desafío de Kevin Feige, que por ahora sigue teniendo a su favor la taquilla y el fanatismo incondicional de sus seguidores.