
Uno de los grandes peros a las series y películas basadas en asesinos seriales es la idealización. Finalmente, los criminales terminan cimentando un estatus de ícono pop que es un escupitajo en la cara a las familias y víctimas. Afortunadamente aquello no ocurre en Dahmer, la serie limitada de Netflix que recrea las aberraciones del caníbal de Milwaukee.
Ryan Murphy, el creador de las sagas American Horror Story y American Crime Story, es el escritor principal de la serie, protagonizada por uno de sus actores fetiches, Evan Peters. En 10 extenuantes horas (si, la serie se hace muy larga), recrea los crímenes perpetrados por Jeffrey Dahmer, quien drogó, asesino, mutiló y se comió a 17 hombres negros y latinos, a vista y paciencia de la policía.
Murphy toma la historia de Dahmer para hacer una profunda crítica social al clasismo imperante en la cultura norteamericana, una que podemos palpar fuertemente en países de Latinoamérica. Por ser un hombre blanco y medianamente educado, la policía no solo lo dejó ir dos veces, tampoco le creyó a toda la comunidad que denunciaba permanentemente las actividades sospechosas del asesino serial. Esto solo se explica por qué Dahmer se movía en un barrio de escasos recursos, de alta criminalidad con mayoría de población negra y latina.
Los chilenos podremos recordar casos similares, como el del psicópata Alto Hospicio, en donde Carabineros siguió el mismo patrón de conducta.

La serie es muy eficaz en encausar esta crítica desde el punto de vista de las víctimas, lo que además logra distanciar al espectador de la figura de Dahmer. El tratamiento del protagonista se realiza en la medida justa: no cabe duda que es el hilo conductor de toda la historia, sin embargo, está escrito de una forma que evita cualquier tipo de empatía, algo a lo que Peters aporta con una actuación sólida, inexpresiva y narcotizada.
El ritmo de la serie sigue esta línea, ritmo lento y muchas veces emulando la ensoñación. No es un relato lineal, ya que constantemente vuelve a hechos anteriores, a veces repetitivos en exceso. El resultado de esta construcción episódica es que es más extensa de lo que debería ser, tiene tres o cuatro horas de relleno que poco aportan a la historia general. Da la sensación de que existía una obligación de llegar a los diez episodios.
Esta opción creativa no evita que los asesinatos se muestren en su crudeza absoluta, aunque, y este es otro mérito de los realizadores, sin gore. Hay poca sangre en una historia que habla de un caníbal, lo que a todas luces es una decisión correcta ya que profundizar en ese horror podría transformar la serie en un producto derechamente repulsivo.
Dahmer, además de ser el retrato de un asesino, es el retrato de una sociedad y una cultura dividida por clases y color de piel, en donde el canibalismo social invisibiliza a las comunidades más oprimidas, a tal punto de que son víctimas por años de un asesino de piel blanca que, de no ser por sus propios errores, se habría salido con la suya por siempre.
