La trilogía de Fear Street

Netflix nos sorprendió lanzando en semanas consecutivas las tres películas de la saga de Fear Street, basada en los libros del reconocido R.L. Stine y dirigidas por Leigh Janiak. Homenajeando al slasher más clásico y con guiños a la obra de Stephen King, Fear Street es una historia de terror que funciona perfectamente y es leal, en todo momento, a los códigos del género.

Fear Street nos cuenta la larga rivalidad existente entre Shadyside y Sunnyside. Los nombres de cada pueblo nos dan luces sobre la relación prevaleciente entre ambas comunidades. La mala sangre proviene desde el año 1666, cuando es ejecutada una joven llamada Sarah Fier acusada de brujería. En plena década de los 90, y después de un asesinato en el centro comercial, un grupo de amigos se ve envuelto en una sangrienta cacería que los lleva a develar, de una vez por todas, la maldición de Sarah Fier.

El relato va en reversa. La primera película se inicia en 1994, la segunda en 1978 y la tercera en 1666. Una estrategia inteligente, ya que esa forma retroactiva de analizar los hechos vuelven mucho más interesante la narrativa. La sangre y el horror, bastante abundante por lo demás, no es gratuito. Toda acción, todo hecho y toda muerte tienen una razón de ser, se conectan lentamente y logran un efecto nada fácil de lograr: que duelan.

Fear Street, a través de sus tres películas, se preocupa primero de dar forma a sus protagonistas, hacerlos interesantes y queribles (u odiables, según sea el caso) antes de enfrentarlos a su destino. También se aleja de las decisiones típicas de quien muere o no, lo que hace que algunos giros de la trama realmente sorprendan.

El elenco es, también, un acierto. El grupo de actores, jóvenes y en gran mayoría desconocidos para el público masivo, fueron seleccionados con pinzas para dar vida a este grupo de perdedores que lucha por sobrevivir. No hay actuaciones descollantes, pero si interpretaciones honestas y efectivas. En resumen: personajes bien escritos y un buen elenco no fallan jamás.

De las tres películas, la segunda es la mejor lograda, un segundo acto intenso que también es la bisagra entre los episodios 1 y 3. De todas formas, la directora es capaz de mantener una visión de conjunto y nunca pierde el foco principal del relato.

Un aspecto importante si hablamos de un film de terror es el técnico. Aquí hay mucha sangre, muertes exageradas y grotescas, además de una serie de asesinos que más allá del cliché (al que abrazan sin ningún reparo), deben verse temibles. En ambas facetas Fear Street cumple con creces. Como mencioné anteriormente, las muertes duelen emocional y físicamente.

Fear Street cumple y supera las expectativas, convirtiéndose en uno de los grandes estrenos de horror del año. Imperdible para los amantes del género y absolutamente recomendable para quienes no lo son tanto pero saben apreciar una historia bien contada.

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