Napoleón: Entre la magnificencia visual y las lagunas narrativas

Ridley Scott vuelve a cautivar la pantalla grande con su visión de la vida y legado de Napoleón Bonaparte en una película épica que oscila entre lo grandioso y lo íntimo.

La película, dirigida por Scott y protagonizada por Joaquin Phoenix encarnando al emperador francés, despliega un viaje visual imponente. Desde los exquisitos detalles del vestuario hasta la majestuosidad de cada cuadro, la cinematografía de “Napoleón” es un derroche de excelencia.

No obstante, en este recorrido histórico, se evidencian decisiones narrativas que dividen opiniones. Al estilo de Scott, se opta por un enfoque selectivo en la cronología, saltando entre momentos cruciales. Esta estrategia, aunque dinámica, puede dejar insatisfechos a quienes buscan una inmersión completa en la travesía de Napoleón.

Uno de los puntos álgidos de debate recae en la representación de la relación entre el emperador y Josefina, interpretada con gracia por Vanessa Kirby. Aunque se intuye la tormenta en su vínculo, la profundidad de su influencia en el ascenso de Napoleón se queda en sombras, dejando un hueco en la trama.

La película, recortada para su estreno en cines, deja entrever las marcas de dicha edición. Los cortes abruptos y la falta de extensión en las épicas batallas restan al impacto visual que prometía.

En cuanto a la narrativa, se denuncia una sensación de planitud, una ausencia de momentos climáticos que impiden el despegue emocional que se anhela en una historia de este calibre.

A pesar de ello, Joaquin Phoenix entrega una actuación introspectiva que se sumerge en las complejidades de Napoleón. Su interpretación es un reflejo del tono general del film: meticuloso, pasional en destellos y, a ratos, extraviado en el retrato de un líder inspirador.

Kirby, por su parte, logra resaltar con destreza los matices de la enigmática Josefina, ofreciendo un contrapunto interesante a la personalidad del emperador.

En resumen, “Napoleón” es una odisea cinematográfica exigente. Su extenso metraje (dos horas y cuarenta minutos) y ritmo pausado desafían al espectador, pero no siempre logran capturar la esencia de un personaje tan magnético como el propio Napoleón.

En esta ambiciosa producción, Scott nos lleva por los altibajos de un genio militar, mostrando sus inseguridades y contradicciones, aunque sin alcanzar del todo la profundidad que se esperaba.