Matrix Resurrecciones

El regreso de Neo, Trinity y Lana Wachowsky a la pantalla grande es una crítica potente al sistema de estudios de Hollywood y la falta de creatividad existente en el cine actual. La fórmula y la “secuelitis” son atacadas y ridiculizadas sin mucha piedad por la realizadora, transformando este film en una meta película que es también una sátira de la original. Esta propuesta, de seguro, la transformará en una película muy, pero muy odiada por gran parte de la audiencia.

Matrix Resurrecciones se divide en dos etapas muy marcadas. La primera es la más provocativa ya que expresa de forma muy patente su desprecio a la forma de hacer cine de masas en la actualidad. Literalmente un personaje en el film dice: ““nuestra querida compañía matriz, Warner Bros, ha decidido hacer una secuela a la trilogía con o sin nosotros”. La segunda fase, si bien algo más tradicional, pero sin abdicar del espíritu original, trata sobre una historia de amor y reencuentro a la vieja usanza, en donde las secuencias de acción son el enlace entre una revelación y otra.

Al igual que la más reciente Spider-Man, esta nueva Matrix está consciente de su propia existencia, de que nunca estará a la altura de la original y que es desde el punto de vista narrativo, innecesaria. Pero abraza estos elementos, que en manos de Disney sería el motor de una de sus mega producciones doblando permanentemente la apuesta y abusando de las referencias que buscan el aplauso de la audiencia, para crear algo nuevo. Imperfecto, pero jugado.

Lana Wachowsky podría haber tomado un camino mucho más fácil y placentero: rehacer su primera película, adaptando algunos personajes y siguiendo matemáticamente la fórmula que cambio el cine para siempre el año 1999. Pero opta por desapegarse sin dejar nunca de entender que está contando una historia en el universo Matrix. Consciente de que el momento y concepto “bullet time” es irrepetible, va por una línea distinta, osada que si bien trata de satisfacer al público masivo y al fan más acérrimo, le grita en la cara “¿esta es la mierda que les gusta tanto?”.

Y cuando digo literal es que aparece en un letrero en medio de una secuencia de acción de gran calibre.

Aunque puedo teorizar que Lana Wachowsky hizo a propósito un segundo acto aburridísimo lleno de conversaciones y casi sin ninguna secuencia de acción, lo cierto es que es un punto muy bajo que pone a prueba la paciencia de cualquiera. Somnífera y con arcos argumentales a medio desarrollar, es el talón de Aquiles de esta producción y la etapa que, en lo personal, más ruido me causó. La propuesta, la idea, la tocada de oreja es brillante. No era necesario el que creo, es un boicot consciente por parte de la realizadora.

A pesar de que Matrix Revoluciones es imperfecta y tiene serios problemas de ritmo, se gana un lugar importante dentro de una franquicia que lo cambió todo y que no estuvo dispuesta a ceder ante los comités ejecutivos que piensan que el cine es una ventana de marketing para vender juguetes. Es probable que sea lo último que veremos de Neo y compañía (veo muy difícil que este film sea un éxito), pero Lana Wachowsky decidió matar su creación de la única forma posible: siendo diferente a cualquier otra cosa que hoy se vea en la pantalla grande.

Para terminar, en la escena post-créditos (SI LA TIENE), se plantea una nueva interrogante: ¿El cine está muerto? ¿La narrativa está muerta? Un gran debate que permanecerá mucho más allá del término de la cinta.

Título original: Matrix Resurrections

Dirección: Lana Wachowsky

Protagonistas: Keanu Reeves, Carrie-Anne Moss, Neil Patrick Harris, Jonathan Groff.

Duración: 148 minutos

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