Mi papá, el cine y yo

Mi viejo falleció el 17 de diciembre de 2024, se fue temprano, mientras dormía. Sus últimos años no fueron fáciles, pero estas semanas he intentado concentrarme en los buenos momentos, en las ocasiones de mayor cercanía. Y, en ese ejercicio, siempre aparecen los recuerdos de las veces que compartimos en el cine.

Mi viejo no era cinéfilo. Lo sé porque, aunque en su juventud asistía al cine de Sewell para disfrutar de películas clásicas o comedias de Cantinflas —todo un fenómeno en el campamento—, nuestras visitas al cine juntos se limitaron a mis años de infancia, hasta los 11 o 12 años. A partir de ahí, comencé a ir solo o con amigos. La mayoría de estos recuerdos se concentran en la primera mitad de los años 80, en Rancagua, en los ya desaparecidos cines Rex y Apollo. Programas dobles, funciones rotativas y esa magia especial de las viejas salas de barrio.

Mirando hacia atrás con nostalgia, me doy cuenta de que las películas que vi con él en pantalla grande dejaron una marca indeleble en mi gusto cinematográfico. Aunque sus preferencias eran distintas de las mías, esos momentos compartidos frente a la gran pantalla quedaron grabados en mi memoria. Estas son algunas de las películas que vi con mi viejo y las historias detrás de ellas:

El Regreso del Jedi

Febrero de 1984. Casi un año después de su estreno original, la película llegó al cine Rex de Rancagua. No recuerdo haber tenido que insistirle mucho para que me llevara; ya había estado obsesionado con ella todo el año anterior. Pero solo yo la disfruté: mi viejo se quedó dormido poco después de que comenzara. Aproveché para escabullirme a las filas más cercanas a la pantalla y sumergirme por completo en esa galaxia muy, muy lejana. Desde entonces, siempre me siento lo más adelante posible en el cine.

Aunque no conectó con los Ewoks ni la lucha rebelde, sí disfrutó la otra película del programa doble:

Meteoro

Esta cinta estadounidense de 1979 tardó cinco años en llegar a Rancagua. Dirigida por Ronald Neame y protagonizada por Sean Connery, Natalie Wood y Henry Fonda, trata sobre un asteroide que amenaza la Tierra. Lo que más llamó la atención de mi viejo fue cómo rusos y estadounidenses unían fuerzas para salvar el planeta. En plena Guerra Fría, esa idea le resultó más interesante que los osos peludos derrotando al Imperio.

Superman III

No recuerdo la fecha exacta, pero fue unos meses antes de El Regreso del Jedi. Fue mi primera película de Superman y la vimos en el cine Apollo, más pequeño y económico que el Rex. La pelea entre el Superman maligno y Clark Kent sigue siendo una de mis escenas favoritas del cine de superhéroes. Tenía diez años y prometí no jugar a ser Superman en casa si me llevaba.

Spoiler: no cumplí.

Supergirl

Un año después llegó Supergirl. Ver a Helen Slater volando, con su falda corta y su expresión angelical, provocó cosas en mí que aún no entendía.

Rocky III

1982, en el Apollo. Llegamos a mitad de la función, pero nos quedamos hasta el reinicio para verla completa. Fue mi primera película de Rocky, justo cuando el personaje ya era casi un superhéroe. Con el tiempo vi las dos entregas anteriores, aunque nunca lograron encajar del todo después de empezar con esta.

Vuelo Estelar y Los Pitufos

Un programa doble que vimos entre semana y no el sábado o domingo, que era usual. Mi viejo llegó del trabajo y nos llevó a mí y a mi hermana menor. A mitad de la función, se cortó la luz. La gente jugaba con linternas mientras retornaba la electricidad (nadie se fue, no iban a perder la entrada) Apenas recuerdo la película animada de Los Pitufos, pero Vuelo Estelar me impactó más. Protagonizada por Lee Majors, trataba de un avión comercial atrapado en el espacio. Era una película para la televisión que en esta parte del mundo llegó al cine. Estoy seguro de que mi viejo le prestó más atención a esa que a los pequeños personajes azules.

Krull

Este recuerdo es agridulce. Mi demora en salir de casa hizo que mi viejo llegara tarde al hospital y no pudiera visitar a mi abuelo tras una operación reciente. No estaba muy contento, pero afortunadamente mi abuelo salió bien.

Krull era una fantasía épica que me voló la cabeza, una especie de primo muy lejano de Star Wars y El señor de los anillos, estándar ochentero. Con el tiempo se convirtió en una película de culto, aunque en su momento fue un fracaso de taquilla.

El Barrendero

Año 1982. Fuimos en familia a ver la última película de Cantinflas, acompañada de El Súper Policía Nuclear, protagonizada por Terence Hill. Mi hermana pequeña, aburrida, comenzó a llorar y no pudimos terminar de ver la segunda. Recuerdo a mi papá convenciéndole a la cajera de que no cobrara la entrada de mi hermana porque “no ocuparía asiento”. Y lo logró.

De El Barrendero, poco recuerdo, más allá del pésimo sonido del cine Apollo. Las películas en español se escuchaban peor que las subtituladas y había que adivinar los diálogos.

La saga de Star Trek en VHS

Ya en 1988, con un reproductor de VHS en casa, mi viejo comenzó a arrendar películas. Al principio iba solo, haciendo caso a lo que le recomendaban en el video club de Casa Zuñiga. A veces acertaba, como con Tiburón. Otras veces, la carátula lo engañaba. Pero con Star Trek acertó plenamente. Empezó a llevarme las películas II, III y IV en orden, las mejores de la franquicia antigua. Verlas de corrido en unas semanas fue fascinante, una experiencia imposible en el cine. Star Trek IV, Misión Salvar la Tierra, era una cinta entrañable que la miraba una y otra vez, incluso minutos antes de que la tuvieran que devolver. Creo que la vi cuatro veces un fin de semana.


Mi viejo no era cinéfilo. Sus gustos eran diferentes a los míos. Pero, aun así, se daba el tiempo de llevarme al cine o buscar las películas que él pensaba me podían gustar.

Gracias por esos momentos, viejo. Gracias por el cine.