Atmosfera sin Conexión: La Dualidad Fallida de Longlegs

Ambientada en los años 90, Longlegs sigue a Lee Harker, una agente novata del FBI, encargada de investigar una serie de asesinatos domésticos que parecen estar conectados a un asesino en serie conocido como “Longlegs”. A medida que la investigación avanza, Harker descubre pistas que sugieren una conexión personal con el asesino y un trasfondo oscuro relacionado con el ocultismo. La misión de Harker se convierte en una carrera contrarreloj para detener al asesino antes de que vuelva a matar.

Desde su concepción, Longlegs fue promocionada como una vuelta de tuerca al clásico thriller de investigación, en la línea de El Silencio de los Inocentes. Sin embargo, lo que el guionista y director Oz Perkins nos entrega es una obra que se aleja de lo esperado, combinando elementos de horror paranormal, una narrativa fragmentada y un Nicolas Cage en uno de sus papeles más peculiares. Este conjunto, aunque ambicioso, no logra consolidarse del todo, dejando una sensación de vacío en el espectador.

La película brilla en su aspecto técnico. La atmósfera gélida y opresiva que Perkins construye es indudablemente uno de sus mayores aciertos. La cinematografía de Andrés Arochi, junto con la banda sonora compuesta por Elvis Perkins, hermano del director, crea un ambiente de tensión que permea la cinta desde el primer hasta el último minuto. Estos elementos visuales y sonoros son tan potentes que casi logran sostener la narrativa por sí mismos, pero es en la historia donde la película encuentra sus principales debilidades.

Longlegs intenta mezclar elementos del thriller policíaco con horror sobrenatural y temas de satanismo, pero la combinación resulta desigual. La narrativa se divide en tres actos, cada uno con su propio enfoque y estética, lo que contribuye a que la película se sienta como tres historias diferentes que no terminan de conectar. Esta estructura fragmentada impide un desarrollo profundo de los personajes, dejando a la protagonista, Lee Harker, interpretada por Maika Monroe, con una caracterización superficial. Aunque Monroe se esfuerza por transmitir la vulnerabilidad y el coraje de su personaje, la falta de coherencia en el guion le impide brillar con todo su potencial.

Nicolas Cage, como el misterioso y aterrador Longlegs, ofrece una actuación que solo puede describirse como exagerada. Cage, conocido por sus interpretaciones únicas, lleva a su personaje a extremos que bordean la parodia. Su maquillaje grotesco y su comportamiento errático crean un villano que es más una caricatura que una verdadera amenaza. Esta elección estética, aunque memorable, no termina de encajar con el tono sombrío que la película intenta establecer.

Las actuaciones secundarias también sufren de la misma falta de profundidad. Blair Underwood, en el papel del agente Carter, aporta una presencia fuerte, pero su personaje no tiene suficiente material para desarrollarse, quedando como un simple apoyo para la protagonista. Alicia Witt, como la madre de Lee, ofrece una actuación competente, pero su papel en la trama es mínimo y desaprovechado.

Uno de los mayores problemas de Longlegs es su incapacidad para mantener una narrativa coherente. La película introduce una serie de elementos intrigantes, como la conexión entre el asesino y el ocultismo, pero nunca los desarrolla completamente. La ambigüedad, que podría haber sido un recurso efectivo para generar misterio, se convierte en una frustración para el espectador, ya que las piezas del rompecabezas nunca terminan de encajar.

En resumen, Longlegs es un intento audaz de Oz Perkins por innovar dentro del género de horror, pero la película se queda corta debido a su narrativa incoherente y su excesiva dependencia en el estilo sobre la sustancia. Aunque visualmente impresionante y con momentos de verdadera tensión, la película no logra conectar a nivel emocional ni narrativo, dejando al espectador con la sensación de que algo crucial se ha perdido en el proceso.