Reseña + podcast : MidSommar

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Hereditary, rebautizada por estos rumbos como El Legado del Diablo, fue el debut soñado para Ari Aster, un joven realizador norteamericano que de la mano de A24 pudo plasmar en pantalla una de las cintas de horror más robustas de la década. Un film que de la mano de la brujería y el paganismo era capaz de incomodar, inquietar e impactar de forma permanente al espectador. En su segunda película, MidSommar, Aster refina su estilo y vuelve a entregarnos un relato atemorizante y perturbador, presentado en parajes de ensueño en donde todo lo que parece normal no lo es.

Si quieres complementar esta crítica, te recomiendo escuchar el podcast que le dedicamos a esta película. Solo haz click:

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La película nos relata la travesía de una pareja de estadounidenses que acude con unos amigos al MidSommar, un festival de verano que se celebra cada 90 años en la zona rural de Suecia. Dani (Florence Pugh) y Christian (Jack Reynor) están pasando por momentos difíciles. La primera acaba de perder a toda su familia lo que le genera gran estrés y la necesidad imperiosa de pertenecer a una comunidad cuyo único nexo es Christian, su novio que más que apoyarla demuestra constantemente un hastío con la relación y una urgencia por, literalmente, huir de ella. Lentamente lo que parecía ser unas vacaciones de ensueño se van transformando en pesadilla cuando los aldeanos les invitan a participar en sus actividades festivas.

Durante los primeros minutos del film, y al igual que en Hereditary, Aster incluye en el montaje una serie de presagios que al espectador más despierto le adelantan lo que va a suceder. El drama que sufre Dani está contado de forma excepcional por el realizador, dosificando entre un impacto directo a las sensaciones del público y el escenario creado por Aster para el desarrollo de los eventos, lleno de teatralidad con las piezas distribuidas con una precisión quirúrgica, que hace recordar por momentos al cine de Staley Kubrick.

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El paganismo, la cultura y la superstición se mezclan en un paraje idílico en que la naturaleza es un factor preponderante. Si el público logra sortear las exigencias que impone el director, las que no son pocas, se encontrará con una narrativa coherente y sólida, en donde no hay nada puesto al azar. Cada situación, cada hecho, cada detalle tienen una consecuencia que se podrá ver en pantalla.

Al igual que en su ópera prima, Aster se vale de los códigos del terror para incomodar y llevar al espectador al límite. Se debe ser honesto, puede no ser fácil para el público más casual entrar de lleno en la propuesta del director, pero una vez dentro de su juego la experiencia es extrema en torno a la presión que ejerce sobre los sentidos de la audiencia. La intensidad crece lenta pero persistentemente, en una escalada que no se detiene hasta el mismo cierre del film que se extiende por más de dos horas y media.

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MidSommar presenta múltiples lecturas, con una complejidad propia de una cinta que tiene varias capas que pelar. Lo más evidente de su propuesta es como aborda la necesidad y los peligros de la pertenencia a una comunidad, algo que todos hemos experimentado ya sea en el grupo de trabajo o la familia.

Es en este esfuerzo constante por ser parte de algo es que se pasan por alto aquellos indicios que nos advierten sobre el camino erróneo que se puede estar tomando. Aster nos presenta una normalidad absolutamente anormal, evidente pero que solo es percibida por el ojo de quien está fuera de la pantalla. Al igual que en la vida real, quien está en el centro de la tormenta puede estar demasiado involucrado para abarcar la situación con total claridad.

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En MidSommar, al igual que en la comunidad presentada en pantalla, todo es orgánico. No hay necesidad de sobre explicación ni menos subrayados en el guion. Todo fluye de manera natural y lógica. Para lograr aquello Aster usa la misma estructura dramática que en Hereditary, casi como una marca de fábrica. Las similitudes en el clímax y conclusión de ambas cintas es perfectamente perceptible para quien haya disfrutado de ambas películas. Algo que no quita en lo absoluto mérito al realizador, aunque recuerda en algo a los primeros pasos de M. Knight Shyamalan. Es de esperar que a diferencia de éste, Aster no se comprometa en el futuro con un esqueleto dramático que se termine transformándose en fórmula.

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Por si las virtudes de MidSommar ya no fueran suficientes, es imposible dejar de mencionar en esta reseña su fotografía sobresaliente y una banda sonora que se acopla de manera perfecta a la propuesta narrativa del realizador.

MidSommar es una obra descollante del género del horror. Gracias a ella Aster no solo renueva las excelentes credenciales alcanzadas con Hereditary, también comienza a consolidarse como uno de los cineastas más talentosos del cine independiente actual. No es un film fácil ya que es exigente con el espectador, cosa que se agradece en un mercado de películas que se empecina en explicar hasta por qué el cielo es azul, pero quienes decidan dejarse influenciar por su propuesta disfrutarán de uno de los mejores filmes del 2019.

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Ficha técnica

Dirección: Ari Aster
Producción:Lars Knudsen, Patrik Andersson
Guion: Ari Aster
Fotografía: Pawel Pogorzelski
Montaje: Lucian Johnston                                                                                                        Música: The Haxan Cloak
Protagonistas: Jack Reynor, Florence Pugh, Will Poulter, William Jackson Harper              Duración: 147 minutos

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