Un consejo antes de ver la segunda temporada de Dark por Netflix. Den un vistazo rápido a la primera para conectarse como es debido a la historia. Yo no seguí mi propio consejo y estuve mucho rato perdido, tratando de recordar en donde y sobre todo cuando estaban los personajes al cerrar la sesión anterior. No podemos olvidar que esta serie alemana es sumamente exigente con la memoria y la lógica, sin duda su principal cualidad y que mantiene a tope en esta nueva tanda de ocho episodios.

Para quienes no la han visto, aquí viene el abstract más breve que podrán encontrar de Dark: se trata de un grupo de personas que viaja en el tiempo para evitar el apocalipsis. Otra forma de verlo es pensar que esta es la versión depresiva de Volver al Futuro, como si Marty McFly viviera toda su aventura acompañado de un doctor Brown diabólico y en constante peligro de muerte. Una visión muy alemana de la ciencia ficción, en donde todo es muy serio y existencial.

La segunda temporada profundiza en las complicaciones de tratar de alterar el flujo del tiempo, que al mismo tiempo es una fuerza intratable que no se puede cambiar. Mientras más se intenta, se cumplen con mayor fuerza las profecías. Los guionistas salen airosos de este desafío, aunque claramente transforman derechamente esta serie en un producto de nicho, uno ligado a la ciencia ficción más dura. Al igual que la vieja y denostada Lost, que en sus últimas temporadas también jugó con el tiempo y el destino, Dark no es para el espectador casual. O ves cada episodio con sagrada paciencia o no entiendes nada.

La historia sigue siendo apasionante para quienes gustan de este género. La serie te presiona en cada momento para que el espectador esté constantemente ordenando el puzzle en su cabeza. Cada secuencia o cada conversación está directamente relacionada con la trama principal. Pero al no darte respiro alguno, la hace también una serie pesada. Aquí no existen concesiones ni bandera blanca para el espectador, lejos de los códigos propios de otras obras provenientes de Estados Unidos, principal país productor de este tipo de series.

La guerra contra el tiempo es también la justificación para que la serie reflexione sobre teología y filosofía. Preguntas como ¿existe un destino o la predeterminación? o ¿hay un Dios o al igual que el tiempo es una ilusión? aparecen de forma implícita y explicita a lo largo de una historia ambientada en ambientes lúgubres y depresivos, cercanos a la puesta en escena de Chernobyl o la Twin Peaks de David Lynch. Todo cuaja muy bien para el objetivo final de los showrunners, Baran Bo Odar y Jantje Friese, que no están muy interesados, al menos en esta pasada, de aclarar o responder nada. Dark es una serie que puede ser muy frustrarte para el espectador de series más clásicas, ya que se dedica más a proponer misterios sin resolverlos.

Las actuaciones del elenco me parecen planas. No digo que sean deficientes, porque no lo son, pero todos los actores están en un mismo tono y esa falta de matiz vuelve todo monótono. Es probable que los directores buscaran mantener una cohesión narrativa entre el amplio abanico de personajes, sin embargo uno puede suponer que incluso en el apocalipsis, no todas las personas reaccionarían igual. De todas formas podemos suponer que la poca expresividad general y la autocontención permanente probablemente responden a una reacción cultural propia de lo alemanes.

En síntesis, Dark en una serie muy interesante, que engancha fácilmente a quienes disfrutan de la mirada más dura de la ciencia ficción y que no tienen problemas para caminar de la mano con personajes en constante tensión y confusión. No es recomendable para quienes gustan de series de trámite rápido y son proclives a la maratón.

Para los seguidores, Netflix ha confirmado la última y tercera temporada, en la que se promete responder a todos los misterios. Mismo juramento que a principios de siglo hizo J.J. Abrams con Lost y fue incapaz de cumplir.